Para
Hannah Arendt, el pueblo debía participar activamente en la política, no solo
durante el día de las elecciones y después de estas, dejar toda la política en
manos del soberano elegido. Para Arendt, esta participación activa del pueblo
tenía una influencia transformativa, ya que podía llevar a cuestionar los
valores, las formas de preguntar e interpretar los asuntos públicos, que se
han establecido como más razonables o aceptables, al mostrar nuevos aspectos u
otras experiencias que pueden resultar relevantes para discutir sobre tales
asuntos. El conformar y confrontar el propio punto de vista a través de las
perspectivas de los demás, era para Arendt, el uso público de la razón
netamente político. Ahora, ¿qué es la razón pública? Esta el la forma de razonar
que se encuentra en el sentido común. Esta confrontación de ideas es necesario
para que el ciudadano piense, sea autocrítico y crezca, en vez de solo ejercer
una libertad negativa. Cuando no se promueven mecanismos de participación entre
los ciudadanos se da el peligro de que se imponga una única perspectiva, o como
en las sociedades de masas, que se agoten las expresiones de la pluralidad, y
que los individuos se retiren a los espacios íntimos, donde prevalecen sus
intereses y necesidades privadas. A través de este
enfrentamiento de diversas perspectivas se creaba un “sentido común”, que no
era fijo ni estable, sino al contrario, cambiaba en el momento en el que un
individuo ponía otra perspectiva en pleno. Es importante destacar que la
pluralidad de participantes es importante para suscitar la reflexión sobre la
identidad de cada uno de estos y sobre sus interrelaciones.
¿Cómo se suscitaban todos estos de confrontamientos de perspectivas?
Mediante el diálogo en un debate público y abierto. Esta era la manera en la
que, para Arendt, los individuos podían participar activamente en la política. Ahora, para que el diálogo
sea exitoso, debe de existir una igualdad en las oportunidades para delibarar,
debe haber un intercambio libre y abierto de la información entre los
participantes así como la existencia de procedimientos fundamentales.
Para concluir se hace la denotación de que Arendt considera que los juicios
políticos no son comprensibles desde el modelo de verdad, porque no hay
criterios definitivos para zanjarlos, de modo que el desacuerdo permanece como
una posibilidad siempre abierta y no eliminable, aun cuando las posiciones
enfrentadas enfoquen el asunto de manera imparcial. En esa medida, a su modo de
ver, los juicios políticos no pueden exigir, obligar el acuerdo, como lo harían
los hechos demostrables o la verdad probada, sino que se caracterizan por
solicitar el asentimiento del otro, con la esperanza de llegar a un acuerdo con
él.
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